El problema del conocimiento desde el perspectivismo barroco de Gilles Deleuze
Resumen
INTRODUCCIÓN:
El objetivo de la comunicación es precisar los componentes que integran el concepto perspectivismo tal como es tematizado por
Gilles Deleuze en su recepción de Gottfried Leibniz, atendiendo a sus implicancias gnoseológicas.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN:
Uno de los rasgos que define a la filosofía contemporánea consiste en el abandono de un ideal de conocimiento absoluto y el
rechazo de cualquier criterio de verdad asociado con la certeza, la universalidad y la necesidad lógica (Habermas, 1990: 17-23 y 44).
Esto se evidencia en la notable preeminencia dada al concepto “perspectivismo” en diferentes líneas teóricas (Scavino, 1999: 47). En
este marco, la filosofía de Gilles Deleuze se destaca por intervenir en dicho proceso con la particularidad de rescatar elementos del
racionalismo metafísico moderno para ponerlos al servicio de un singular pluralismo. Entre las características más salientes para el
caso del conocimiento, esto incluye proponer una valoración interna para el criterio de verdad, que se aparta del enfoque
sociolingüístico predominante en el siglo XX, y sostener tal internalismo en una modalidad de inferencia analítica que no se
subordina a una lógica de la identidad.
En Diferencia y repetición (Amorrortu, 2002) Deleuze caracteriza el rol de Leibniz como la variante desmedida de la representación,
ya que no se trata de introducir la variación dada de cada realidad existente en la forma fija de un concepto genérico, sino que la
captura misma deviene la forma, la razón fundadora, que resulta una actividad ilimitada. Emerge así una representación vuelta
infinita por la reproducción constante del fundamento a través de la lógica del análisis, entendido como determinación de la diferencia
ínfima de toda cosa. El problema que Deleuze detectaba en esta doctrina remitía a que esta variante del pensamiento representativo
no se desprendía del principio de identidad como presupuesto porque ella no se subordina a la diferencia en sí, sino que
simplemente deviene infinita. Aun así, Deleuze admitía que la lógica analítica de Leibniz conservaba una notable capacidad para
acercarse a la diferencia en función de esa introducción de una constante variación propio de lo infinito. Esto se manifestaba en el
doble registro con el que operaba la representación: el de las propiedades infinitas o mundos y el de las esencias o mónadas.
En el libro El pliegue (Paidós, 2008) Deleuze retoma el pluralismo de Leibniz, ofreciendo una valoración más positiva del mismo,
condensada en el concepto de “lo barroco”. Allí Deleuze sostiene que la aportación del pensamiento barroco de Leibniz es la
manera en que se distribuyen los dominios de lo psíquico y material. Cada dimensión es pensada a su vez como series de
plegamientos o envolvimientos (para el caso del alma) y repliegues o curvaturas (para el caso de lo corporal o material), resultando
entonces el plegamiento integral una síntesis no de formas sino de relaciones que son síntesis a su vez.
Para el caso del conocimiento, esta doctrina contribuye a una transformación correlativa de los conceptos de objeto y sujeto. La
noción de “objeto” se desprende de una forma esencial y alcanza por el contrario una funcionalidad pura, y es concebido ahora como
la modulación y no con un moldeamiento. Respecto al término “sujeto”, éste pasa a ser concebido como el efecto del espacio que
puede dar cuenta de las singularidades de una variación.
Según Deleuze, la recuperación del pluralismo leibniziano en la cultura contemporánea requeriría de la puesta en práctica de dos
ajustes. En primer lugar, La armonía pierde su privilegio, y las divergencias recuperan sus derechos conceptuales y ontológicos.
Asimismo, en virtud de este ajuste también la primera condición se ve alterada, ya que resulta factible pensar esencias cuyas
diferencias permanecen abiertas, sin menoscabo de su singularidad, en conexión con la exterioridad de otras esencias: “en la
medida en que el mundo está ahora constituido por series divergentes (...) la mónada ya no puede incluir el mundo entero como en
un círculo cerrado inmodificable por proyección, sino que se abre sobre una trayectoria o una espiral en expansión que se aleja cada
vez más de un centro.” (p. 176). Lo que permite concebir la vigencia de este estilo de pensamiento, aun así, reside según Deleuze en
la potencia que condensa el concepto y la operación del plegado, en la serie integrada por el envolvimiento (o plegamiento) y la
expresión (o despliegue).
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