Discurso y vulnerabilidad semiótica
Resumen
El presente artículo, junto a los dos que
siguen a continuación, constituye uno de los
productos de la investigación interdisciplinaria
que realizamos como grupo abocado al
análisis de los discursos públicos, con sede en
el Instituto de Letras de la Facultad de
Humanidades de la UNNE, en colaboración
con el Instituto de Geografía de la misma Facultad.
Este trabajo se refiere específicamente
a la construcción discursiva de la vulnerabilidad
de los pequeños y medianos productores
rurales del NEA. Por lo tanto, el marco teórico
del problema en sí mismo abarca diversos
sistemas conceptuales referidos a la vulnerabilidad
y a sus numerosas dimensiones específicas,
tal como se han visto en los capítulos anteriores
de este libro.
Se requiere por ello de una mirada
transdisciplinar que abarque enfoques como
los de la geografía, una de cuyas modalidades
podría consultarse en el Apartado B del presente
capítulo, titulado Significados de la vulnerabilidad
semiótica de los pequeños y medianos productores
agropecuarios del Nordeste Argentino (Lebus,
Emilas). Se necesitan además reflexiones
que impliquen una reformulación –entre
otras- de lo que entendemos por economía en
su relación con nociones como vulnerabilidad,
pobreza, desarrollo humano, ética; en fin, su relación
con el mundo de la vida. En este último sentido,
puede consultarse el Apartado C de este capítulo
titulada Relaciones y proceso productivos: dimensión
económica de las relaciones sociales
(Núñez, Manuelita) en la que se asocia
además una perspectiva antropológica. Es ineludible,
entonces, acudir a miradas como las
ya mencionadas, así como las de la sociología,
la ética y, precisamente, la semiótica.
El diccionario de la RAE define el
término vulnerabilidad como “la cualidad de
vulnerable”. Esta última palabra deriva de “vulnerar”,
del latín vulnerāre, de vulnus que significa
herida; de ahí que dicha cualidad implique
el significado de aquello “que puede ser herido o
recibir lesión, física o moralmente”. Tal como lo
demuestran los textos precedentes, en la actualidad,
el término vulnerabilidad es particularmente
polisémico, aplicable a una diversidad
de circunstancias no favorables, que incluye
–entre otros- el estado de pobreza. Pero
su significado va más allá y se refiere también
a situaciones en las que los actores sociales –
aún sin haber llegado a ser pobres– se encuentran
amenazados por riesgos económicos,
naturales o sociales de distinto grado de concreción.
Considerado de esta manera y con
estos rasgos, este lexema1 constituye un concepto
construido desde un punto de vista negativo,
es decir que se define mediante caracteres
que implican carencias en el sujeto social,
potencialmente capaces de producirle heridas
físicas o morales. Pero pensándolo desde una
postura dialéctica, es posible incluir en su
sentido los aspectos positivos, es decir, las posibilidades
de los sujetos de sobrellevar y
vencer los diversos tipos de riesgos apoyado
en circunstancias contextuales favorables. Esta
perspectiva positiva es la adoptada por
Amartya Sen al proponer, como un opuesto,
el término capacidad en el siguiente sentido:
“La capacidad real que tiene una persona para
alcanzar logros está bajo la influencia de las oportunidades
económicas, las libertades políticas, las facilidades
sociales y las condiciones habilitantes de buena
salud, educación básica así como el aliento y cultivo de
iniciativas. Estas oportunidades son, en gran parte
complementarias, y tienden a reforzarse en su alcance
y utilidad respectivos Es por estas interconexiones que
el ente libre y sostenible emerge como un medio de desarrollo
efectivo”. (Sen, A. 2000; 10).
De ahí que, al considerar la situación de
los pequeños y medianos productores rurales,
sea posible pensarla como vulnerabilidad, en
tanto amenaza de un conjunto de factores de
riesgo (aspecto negativo) a los que ese grupo
social está sometido. O bien, como una serie
de capacidades de desarrollo (aspecto positivo) que el mismo posee en mayor o menor grado
para enfrentarlos.
Por nuestra parte, nosotros agregamos
a las dimensiones de la vulnerabilidad tratadas
hasta aquí en los capítulos que anteceden,
la dimensión semiótica, pues sostenemos la hipótesis
de que el grado de vulnerabilidad de un
grupo social es inversamente proporcional al
grado de poder de semiosis que pose y –por
el contrario- proporcional al poder de los
grupos a los que se oponga, entendiendo por semiosis
la producción e interpretación de signos, es decir,
el intercambio de significados. Al mismo tiempo,
consideramos que el poder de semiosis -
esto es, la capacidad de comunicación- debiera
sumarse a los rasgos distintivos que Sen
enumera como integradores de la capacidad de
los sujetos para obtener logros. De alguna manera,
este autor lo sugiere, cuando dice:
“(…) la negación de la democracia y de los derechos
políticos y cívicos expone a la comunidad a diversas
privaciones económicas a través de la falta de voz
de los desposeídos”. (Sen, A.; 2000; 12)
A su vez y como marco contextual,
concebimos el mundo rural como un conjunto
dialéctico -de acuerdo con Lebus- de relaciones
distintivas. Creemos que tal conjunto de
oposiciones puede ser definido metafóricamente
de manera horizontal, tanto como verticalmente.
Llamamos oposición horizontal a la
relación entre un grupo -por ejemplo, los Pequeños
y Medianos Productores (PMP)- y
otros de producción primaria, como pueden
serlo los grandes productores y los pooles de
siembra. Denominamos oposición vertical a la
relación entre el grupo de los PMP (producción
primaria) y otros pertenecientes a la
misma cadena de valor, considerada a su vez
como un sistema de valores no sólo económicos,
sino también semióticos (López, M.S.
2009).
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