Historiografías pluralistas y visiones de la cultura en White y Wittgenstein, una lectura en clave local
Fecha
2017-10-11Autor
Blanco, María del Rosario
Bentolila, Héctor Rodolfo
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En el escrito “Como no escribí Metahistoria”, que abre el conjunto
de comentarios compilados por Verónica Tozzi y Julio Bentivoglio
(2016) en homenaje a los 40 años de edición de esta obra fundamental para la historiografía actual, Hayden White, menciona que
con el título “Metahistoria” y con el subtítulo “la imaginación histórica en la Europa del siglo XIX”, el “había querido redimir el concepto” de sus significados historicistas, que lo identificaban con el
“esfuerzo de dotar a la ‘historia’ con una metafísica, una otología
y una epistemología que permitiera su elevación al status de ciencia”, y, proponer en su lugar, un concepto semejante al de “metafísica” en el canon aristotélico; esto es, como simplemente “lo que
viene ‘después’ de cualquier cosa que sea lo que constituye la ‘historia’”(White, 2012:21). De esta manera, la “historia” y “lo histórico” representaban en su opinión “solo uno de un gran número de
maneras de conceptualizar y estudiar ‘el pasado’ y no más ‘natural’
de lo que es la narrativa”(White, 2012:22). Pero, antes de eso, en el
mismo escrito, White se había referido a la historia como “una invención de, y homologada con, los principales elementos de la cultura occidental” en su totalidad, y había dicho también que, la misma, era el producto “de un numero de muy diferentes maneras de
construir la temporalidad, el pasado, la relación del presente con el
pasado, y los usos que puedan ser hechos de nuestro conocimiento
del pasado”. Sin embargo, en igual sentido, resaltaba que el carácter
distintivo de la historiografía occidental, en cuanto obra de la cultura, se encontraba “en la noción cristiana de la condición humana
(tanto individual y colectiva) y la redención de esa condición en la
idea de cumplimiento”; circunstancia, esta última, que convertía
a la escritura histórica en una clase de práctica, con un poder, a la
vez material y espiritual, para “fijar” las cosas y “revelar su significado para su propio tiempo y para sí misma” (White, 2012:16-
18). Pero, a diferencia de los historiadores tradicionales, que consideran la práctica de escribir como una instancia ulterior al acto
de investigar -propio del trabajo en los archivos-, y de descubrir
el significado posible de los eventos pasados, White entiende que
el proceso de producir historia no se distingue del de su escritura
y que, más bien, su “composición comienza al menos tan temprano como el momento de la elección del tema” (White, 2016:18). Así,
pues, para el teórico estadounidense de la historia, la producción
historiográfica es una práctica de escritura del pasado que, en tanto
acto lingüístico y cultural, es llevada a cabo por historiadores culturalmente situados y, puede decirse, de maneras diferentes, según
las diversas formas de construir la relación entre nuestro presente y lo que llamamos pasado. En el caso concreto de Occidente, esa
forma adopto desde un principio el modo de la escritura histórica
(“historiológica” o “historiosófica”), en la cual se narra de manera
provisoria y contingentemente el cumplimiento de la promesa de
representación del pasado; promesa nunca cumplida de manera definitiva, pero que atraviesa el tiempo, permitiendo tender puentes
en el vacío entre pasado y presente, así como determinar el valor
del primero para el segundo. En Metahistoria, esos puentes están representados por las distintas formas de prefiguración o conceptualización del “campo histórico” en tanto acto poético, en lugar de
epistemológico, según los distintos modelos de tramar los eventos
históricos, como romance, tragedia, comedia y sátira, o los distintos géneros literarios en los que se comunican: metáfora, metonimia, sinécdoque e ironía.